“Nada. Al fin y al
cabo, el mundo no importa nada.
Solo importa lo que queda en nuestros
corazones.”
Sandor Marai.
Cuando se fueron todas me quedé con la sensación de
que aún faltaba por comentar una arista de nuestra charla del “Ultimo
Encuentro” y me leí los últimos capítulos
del relato a luz de la lamparita de mi buró.
Me gusta más el título en inglés “Embers”, quiere decir ascuas, que también
viene al caso, pues con ese final podemos quedarnos como dicen –en ascuas-.
Pero el diccionario de la RAE apunta que ascua es un pedazo de cualquier
materia sólida y combustible que por la acción del fuego se pone incandescente
y sin llama.
Dos caballeros se juntan en su vejez después de
cuarenta años para reclamarse una traición que los separó por todos esos años.
Una mujer muerta en medio de los dos y cuyo funeral no fue atendido por ninguno
de los dos.
“También
sabemos que pese a nuestra gran inteligencia, nuestro resentimiento, nuestra
cobardía y nuestra vanidad no hemos sido capaces de salvaguardar nada para
nosotros mismos puesto que ella murió y nosotros estamos vivos, aunque los tres
hayamos estado unidos, en nuestra vida y hasta en nuestra muerte.”
-No, mi querido General, ni aun reconociendo su
soberbia y vanidad, fue capaz de estar a la altura de los hechos. Ella, Kriztina
murió en la más absoluta soledad y quizá, con el peso del castigo que los tres
se impusieron.
Si la pregunta había que reformularla tantas veces
para llegar a esa verdad del corazón. ¡Qué suerte tuvo Ud.! Al tener la
oportunidad de sentarse a la mesa frente a su amigo-enemigo de la vida para
hacer el recuento de los daños.
General Ud. Al final de ese encuentro se queda
tristemente satisfecho por haber develado el sentido de haber vivido una
pasión; eleva el significado de la vida al reconocer que los dos sintieron
profundamente, amaron profundamente,
poseyeron y perdonaron sinceramente.
Pero… -¿Sabe
mi General?- En su lista de significantes y revelaciones le faltó la “compasión”.
Si Ud.
Hubiera compadecido humanamente a Kriztina y con esto quiero decir que se haya
puesto en sus zapatos, en su piel. Probablemente habría entablado una
conversación entre hombre y mujer recordada para siempre en la literatura.
Claro para
esto no hubieran sido necesarios tantos años ya que ella se iba pronto de esta
vida. Seguramente ella y Nini hubieran hecho los preparativos para una
exquisita velada. Ud. Con toda esa
sabiduría y lucidez con la que formula preguntas y repasa los hechos para
llegar a lo más profundo del alma hubiera preguntado con infinita ternura y
sutileza a su mujer, a su esposa infiel, cuáles fueron las fragilidades y
motivaciones que llevaron a los tres a esa situación y, al llegar a lo del
diario amarillo la llama se hubiera reavivado con esas palabras torcidas en la
lumbre en vez de tornarse ascuas… embers.
Entonces mi general, no se hubiera quedado Ud. Solo con
un beso de la anciana Nini en la frente, ni tampoco su amigo del alma y hermano
Konrad se habría ido a Londres a morir. Se habría quedado esa conversación
entre esposos-amantes viva eternamente
en los corazones de sus lectores y, nosotras anoche hubiéramos disfrutado aún
más el sacher torte de Julia.
Angélica Breña.
Febrero 2014.