miércoles, 26 de febrero de 2014

Sacher torte

“Nada. Al fin y al cabo, el mundo no importa nada.
 Solo importa lo que queda en nuestros corazones.”
Sandor Marai.
Cuando se fueron todas me quedé con la sensación de que aún faltaba por comentar una arista de nuestra charla del “Ultimo Encuentro” y me leí los últimos capítulos  del relato a luz de la lamparita de mi buró.
Me gusta más el título en inglés  “Embers”, quiere decir ascuas, que también viene al caso, pues con ese final podemos quedarnos como dicen –en ascuas-. Pero el diccionario de la RAE apunta que ascua es un pedazo de cualquier materia sólida y combustible que por la acción del fuego se pone incandescente y sin llama.
Dos caballeros se juntan en su vejez después de cuarenta años para reclamarse una traición que los separó por todos esos años. Una mujer muerta en medio de los dos y cuyo funeral no fue atendido por ninguno de los dos.
“También sabemos que pese a nuestra gran inteligencia, nuestro resentimiento, nuestra cobardía y nuestra vanidad no hemos sido capaces de salvaguardar nada para nosotros mismos puesto que ella murió y nosotros estamos vivos, aunque los tres hayamos estado unidos, en nuestra vida y hasta en nuestra muerte.”
-No, mi querido General, ni aun reconociendo su soberbia y vanidad, fue capaz de estar a la altura de los hechos. Ella, Kriztina murió en la más absoluta soledad y quizá, con el peso del castigo que los tres se impusieron.
Si la pregunta había que reformularla tantas veces para llegar a esa verdad del corazón. ¡Qué suerte tuvo Ud.! Al tener la oportunidad de sentarse a la mesa frente a su amigo-enemigo de la vida para hacer el recuento de los daños.
General Ud. Al final de ese encuentro se queda tristemente satisfecho por haber develado el sentido de haber vivido una pasión; eleva el significado de la vida al reconocer que los dos sintieron profundamente,  amaron profundamente, poseyeron y perdonaron sinceramente.
 Pero… -¿Sabe mi General?- En su lista de significantes y revelaciones le faltó la “compasión”.
 Si Ud. Hubiera compadecido humanamente a Kriztina y con esto quiero decir que se haya puesto en sus zapatos, en su piel. Probablemente habría entablado una conversación entre hombre y mujer recordada para siempre en la literatura.
 Claro para esto no hubieran sido necesarios tantos años ya que ella se iba pronto de esta vida. Seguramente ella y Nini hubieran hecho los preparativos para una exquisita velada.  Ud. Con toda esa sabiduría y lucidez con la que formula preguntas y repasa los hechos para llegar a lo más profundo del alma hubiera preguntado con infinita ternura y sutileza a su mujer, a su esposa infiel, cuáles fueron las fragilidades y motivaciones que llevaron a los tres a esa situación y, al llegar a lo del diario amarillo la llama se hubiera reavivado con esas palabras torcidas en la lumbre en vez de tornarse ascuas… embers.
Entonces mi general, no se hubiera quedado Ud. Solo con un beso de la anciana Nini en la frente, ni tampoco su amigo del alma y hermano Konrad se habría ido a Londres a morir. Se habría quedado esa conversación entre esposos-amantes viva  eternamente en los corazones de sus lectores y, nosotras anoche hubiéramos disfrutado aún más el sacher torte de Julia.
Angélica Breña.

Febrero 2014.

martes, 19 de marzo de 2013

You´ve come a long way baby

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Abracé por mucho tiempo aquel libro con conejos saltarines y huevos de Pascua  inmersos en las narraciones de Beatrix Potter.  Tomé uno a uno los tomos del "Tesoro de la Juventud" para leer los capítulos dedicados al "mundo de los por qué".  Quedé fascinada cuando descubrí las narraciones de Julio Verne y los cuentos de Hans Christian Andersen. Ya adolescente, entre tareas y tardeadas devoré por gusto las novelas de Perry Mason y por obligación la obra de grandes poetas y escritores ingleses.  
            Un salto cuántico y estoy leyendo a Doctor Faustus de Thomas Mann.  ¿Qué aprendí?  En primer lugar paciencia y disciplina pues su lectura me exige concentración y continuidad para no perderme en un mundo de personajes y situaciones que a ratos me parecen inconexas.  Mann es un autor culto, mucho más culto que muchos de sus lectores, así que con la humildad que te da la ignorancia consulto libros de filosofía, enciclopedias, diccionarios, libros de arte y entro a  Google tratando de entender su interminable prosa. 
            A través de Doktor Faustus conocí el pesimismo de Shopenhauer, el  humanismo de Erasmo, la tesis de Hegel y la incredulidad de Nietzche.  Aprendí a identificar la antinomia en la obra de Mann, esa complementariedad de opuestos que confunde a un lector poco versado como yo.  "Dios y el diablo son figuras complementarias que no pueden existir la una sin la otra".  Vamos, entendí que Satanás y Mefistófeles no son lo mismo y que !hasta en el inframundo existe un escalafón!
            Doktor Faustus me conduce por el fascinante mundo de la música que está entreverado en su texto.  Mientras que Beethoven compone su canto a la alegría, Adrián busca detruirlo.  Mann habla de Wagner gritando al espíritu alemán a través de composiciones interminables que marcan un hito en la historia de la música.  Se obsesiona con Schoenberg, el inolvidable creador de la música dodecafónica, ese "método de componer con doce notas que solo están en relación entre ellas".  Schonberg es un compositor incomprendido que rompe con el pasado romántico pero no lo invalida.  ¿Fácil de entender?  No, pero escuché brevemente sus composiciones y concluí que el romanticismo de Chopin sigue estando más cerca de mi corazón y mi entendimiento.
            Mientras leemos en clase que Adrián compone su Apocalipsis musical nos detenemos a estudiar el impactante grabado de Durero.  El jinete con arco y flecha que conquista; un segundo jinete con la espada que desata la destrucción; el tercero detiene una balanza para pesar el pan, es  presagio de la hambruna por venir y finalmente la muerte cabalgando muy despacio, casi sin fuerzas.  Cuatro Jinetes del Apocalipsis que van cayendo en el grabado y en la esquina inferior las fauces del Infierno listas para devorarlo todo. Lo abigarrado de la composición genera angustia, refleja un mundo convulso, pareciera que no hay esperanza ni salvación.  El grabado data de 1498, pero cuando leo el periódico de hoy veo que el mundo no cambia.  Hambruna, guerra y destrucción siguen persiguiendo a la humanidad.
             Quedan muchos temas en el tintero: el surgimiento del nazismo, la influemcia de Lutero, el efecto de la predestinación en la conducta del hombre, el antisemitismo, la sed insaciable de conocimiento, la relación entre las matemáticas y la música...la obra de Mann me deja con más preguntas que respuestas, pero con la muerte de Adrian, anunciada desde la primera página, cierro el libro.
Elvira Herrera              



           

           

El final del Doctor Faustus: un cierre musical

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Terminar de leer el Doctor Faustus conlleva un sentimiento de liberación y desazón. Tras recorrer detenidamente setecientas diez páginas de una magistral escritura y con un argumento de múltiples referencias culturales, artísticas, históricas y musicales, uno siente que hizo un exhaustivo recorrido a lejanas tierras. ¿Serán lejanas? Más allá de haber transitado superficies, se palpa la hondura de un viaje dirigido hacia el centro de la tierra, hacia los infiernos y hacia nuestro propio ser como ejercicio de introspección.
 
                 Desde los primeros capítulos la novela lleva los instrumentos que van conformando el gran concierto. A partir de las primeras páginas se van escuchando los acordes que de manera inocente se anuncian; hacen una labor de narradoras pacientes que con lujo de detalle muestran el mundo de Adrian Leverkun. Así, poco a poco, Serenus Zeitblom, a modo de solista, nos va adentrando en la obra haciéndose acompañar de distintas voces o líneas melódicas: por una lado hacen su entrada los instrumentos de viento que de manera sinuosa y delicada evocan la musicalidad, por otro lado irrumpen las percusiones retratando el espíritu alemán, y como tercer frente, de fondo pero siempre presente,  los instrumentos de cuerdas personificando a Mefistófeles. 
                Capítulo a capítulo, nota por nota, la novela resuena en sentimiento, evocación y desgarro. El solista va perdiendo importancia en la medida que la narración avanza. Como buen concertista, sabe que los acompañamientos son fundamentales y son estos los que otorgan verdadero poder a la pieza. El climax es de gran estruendo haciendo alarde de complicadas asociaciones, insospechadas evocaciones y un cada vez mayor arrojo.
            La última parte de la obra es constatación, encarnación y profecía cumplida. El Doctor Faustus, última gran obra del compositor Adrián Leverkun materializa el infierno anunciado y es  testigo de ese triple no amarás del que es víctima. Escenarios en paralelo, el horror del músico es el horror del mundo. La gran orquesta desfallece. La flauta y el trombón estallan en mil pedazos, los timbales junto con el resto de las percusiones son consumidos desde el centro de su mismo vigor, las cuerdas callan, esperan. Nuestro narrador, el desconsolado Serenus, mira la catástrofe. Él no realizó ningún pacto sin embargo ya no hay mundo para él tampoco, sólo desierto. Leverkun, genial y destruído no puede replegarse más, la vida ascética ya no puede nada contra lo sucedido, sólo espera la muerte.
                Aplausos a nuestro director. Thomas Mann nos ha mostrado un camino, no el más sencillo ni el más alegre pero sí el más lúcido y genuino.

Ana Barberena


martes, 27 de noviembre de 2012


  …Porque todo fluye y nada permanece… como nadie se mete dos veces en el mismo río.
Heráclito
“La verdad nos deshace. La vida es sueño. El despertar nos mata. Quien me roba los sueños, me roba la vida”.
Orlando

Mudando de piel: una lectura del Orlando de Virginia Woolf
Ana Barberena

Orlando dice que siente que la vida se le escapa y quizá por ello nos parece que se la bebe a borbotones.  En el momento en que grita: ¡La vida, un amante! [1] o dice “Soy la novia de la naturaleza”[2] corre un caudal de agua fresca que con fuerza imparable busca territorios donde transitar; es el poderoso élan vital.
Agua, agua, agua. Qué mejor elemento para describir la vida. Con su cualidad cambiante nos muestra el constante movimiento del mundo: “como si su espíritu fuera un líquido que fluyera alrededor de las cosas y las abarca absolutamente”. [3] ¿En qué momento nos permitimos ser? Justamente cuando el río fluye. Desde la voz de la novela y en el contexto de la Gran Helada, el río recupera su libertad de golpe [4]. El agua irrumpe con toda su fuerza arrastrando un torrente con destino inevitable; el ser mismo que surge y clama.  
Orlando no cree en el pensamiento como forma para aproximarse a la vida. En su lugar, propone la intuición como instrumento para leer el mundo, lo que es lo mismo que la confianza en la propia mirada. “Cuando menos vemos mas creemos”.[5] La intuición anclada en el estar es donde subyace la premisa del tiempo, verdadera preocupación de Virginia Woolf.
El tiempo, haciendo alarde de su cualidad para extenderse y comprimirse lleva la tajante diferenciación entre ser o no habitado.  Es más, la palabra tiempo le sobra a la autora y es remplazada por una mucho más flexible, maleable, dúctil: la duración. Desde la visión bergsoniana, la duración parece, superando las faldas de crinolina y los bombachos,  el mejor traje de Orlando. En palabras del filósofo francés: “El universo dura. Cuanto más profundicemos en la naturaleza del tiempo, tanto más comprenderemos que duración significa invención, creación de formas, elaboración continua de lo absolutamente nuevo”. [6] Es por ello que la vida corre paralela al río, es decir a la duración. “Vida  (canta o zumba, más bien, como una pava al fuego). Vida, vida, ¿Qué crees? Luz o sombra, el delantal de bayeta del lacayo o la sombra de la paloma en el pasto?” “¿Qué es la vida?” [7] La verdadera búsqueda es la experiencia. Cual serpiente, la invitación de Orlando es ir mudando de piel, ir cambian de yos, ser un guerrero, un noble o una dama de sociedad y conservar la misma esencia. Las convenciones son puro artificio, pues si nuestro personaje ha tenido que adaptarse a las formas impuestas, nunca dejó de ser ella misma. Siempre acompañada de sus dos amores: la naturaleza y la literatura.
Al final del libro, en el último capítulo se nos muestra el vértigo de la época desde la cual la autora escribe: el siglo XX. El fluir ahora está impregnado de velocidad propio de la modernidad que se materializa en el automóvil y la motocicleta. Río revuelto y a veces arremolinado, esta agua expresa la mezcla de pasiones, contradicciones e impulsos que distingue al hombre moderno: “El hecho de correr un automóvil por Londres se parece tanto al desmenuzamiento de la identidad personal que precede al desmayo y quizás a la muerte, que es difícil saber hasta qué punto Orlando existía entonces”. [8]
Woolf nos permite subir a su auto a toda velocidad. Incluyente y democrática, su escritura la completamos cada uno de nosotras a través de nuestra experiencia. Nunca tajante ni autoritaria, la forma dubitativa de Woolf es una invitación al diálogo y a la reflexión interior. “Quizá, pero lo que parece más cierto (porque estamos ahora en la región del “quizá” y del “parece”) era que el requerido yo se mantenía a distancia, pues Orlando, a juzgar por lo que decía, se estaba mudando del yo con una velocidad no inferior a la de un coche.” [9]
No importa cuantos lugares recorra Orlando la inglesa, ella pertenece a todos.  Siempre es parte del Universo. Emparentada con los árboles, montañas y paisajes, nos muestra la tierra como su gran hogar, acicate de sí misma. Al final, cerramos el libro y nos quedamos con la gran premisa que pareciera el amazonas de la novela: la libertad de espíritu.

 
  


[1] Woolf Virginia, Orlando. Editorial Edhasa. España: 2009. p. 211
[2]  Ibidem, p. 215
[3] Ibidem, p. 274
[4] Cfr. Capítulo 1 en el contexto de La Gran Helada de 1709.
[5] Ibidem, p. 178
[6] Bergson Henri, Memoria y vida, Alianza editorial. España: 2004, p. 19
[7] Woolf Virginia, Orlando. Editorial Edhasa. España: 2009. p. 235
[8] Ibidem, p. 267
[9] Ibidem, p. 269

domingo, 4 de noviembre de 2012

Por Angélica Breña.



¿Hamlet mujer?

¿Porqué no?, si el temperamento melancólico nos va bien a las mujeres, no es descabellado pensar que una hermana envidie tanto a su hermana mayor por ser la esposa del rey y ceñir corona que le llegue asesinar, tampoco lo es pensar que un joven cortesano tenga un espíritu frágil y cometa suicidio a la manera de Ofelia.

 Aurora Cano hace a partir del texto Shakespereano una nueva perspectiva de la tragedia más representada. Invierte los sexos para resaltar la podredumbre de un país en declive, a la pregunta de Shakespeare ¿Qué es más noble para el espíritu? Resalta el ¿qué hacer con el deber, el honor y la lealtad? y si, el deber desencadena venganza y ésta, violencia; ¿Valdrá la pena?

Una sobresaliente puesta en escena donde el inmortal monólogo se convierte en un dueto con, nada menos que, Margarita Sanz como el fantasma y Sonia Franco como Lady Hamlet. La escena de los sepultureros la resuelve a la mexicana con ese espíritu tan peculiar de día de muertos, me encantó la elección de las canciones populares que refuerzan y actualizan al drama. Los parlamentos son claros y mantienen la tensión, inevitable conmoverse y emocionarse de que Shakespeare sigue vivo entre nosotros.

No se la pierdan en el teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque, atrás de Auditorio. Jueves y viernes a las 20 hrs , sábados a las 19 hrs y domingos a las 18hrs.

lunes, 22 de octubre de 2012

Hablar de libros es un buen aglutinante.


Los libros han sido en mi vida el elemento de atracción para hacer amigos, yo no sé realmente en qué consiste el “don de gentes”, ni sé cuáles son las técnicas efectivas de “romper el hielo” pero  lo que sí me ha pasado es que cuando hablo de novelas, de personajes, de historias escritas con ciertas personas, me permite acceder más rápidamente a las afinidades, los sueños y los temores de ese “otro” que está enfrente. Y, con un poco de suerte nace una complicidad que nos llevará a ese preciado terreno de la amistad.
La única manera de revivir este blog es hablar de libros para volver a ser amigas y hacer amigos, como ha pasado casi un año que no subimos nada comentaré algunos de los libros que han dado el toque mágico en los grupos, aquellos que han provocado deliciosas tertulias y acaloradas discusiones, los que nos han ayudado a descubrir algo nuevo de nosotros mismos y que han revivido la chispa de creer que esta vida merece ser vivida intensamente.


NADIE LOS VIO SALIR de Eduardo Antonio de la Parra. Una detonante historia fronteriza que provoca emociones encontradas, es muy breve pero el relato nos va llevando a ese otro tiempo que no precisamente coincide con el reloj. En un tugurio de mala muerte quizás en Tijuana o Cd. Juárez  la narradora es una fichera que lleva cuarenta años en ese congal y por tanto se las sabe de todas, todas; clientela, sexo, alcohol y música… Ella nos cuenta lo que pasó una noche que se volvió extraordinaria y al final de la historia descubrimos una nueva dimensión que hará que la vuelvas leer. Lo recomiendo para este día de muertos.
Las que lo leyeron conmigo las invito a poner un comentario.




EL GRAN GATSBY de Scott Fitzgerald. Para que no vayas al estreno de la nueva película sin haber leído el libro antes pues contaminarás ese misterioso personaje Jay Gatsby que Fitzgerald va revelando a través de la novela. Los que lo leímos coincidimos en que siguen vigentes esos códigos de doble moral, que ciertas fiestas de ahora se acercan mucho aquellas bacanales ofrecidas por Gatsby, que es las imágenes y metáforas que utiliza el autor son un verdadero lenguaje poético. Preferible en inglés para mejor apreciación estética.




THE SONG OF ACHILLES de Madeleine Miller. La joven autora tiene dos grandes riquezas es profesora de latín y griego desde hace nueve años y se especializó en Yale para dramatizar los cuentos clásicos a las nuevas audiencias. Este libro me cautivó desde el primer momento ya que Homero está presente junto con toda la saga de los griegos y los troyanos. A los que amamos a la Ilíada y la Odisea nos descubre una nueva lectura de la Cólera de Aquiles, esculpe con mucho cuidado y pudor el amor griego entre Patroclo y Aquiles. Lo pedí a Amazon bajo la recomendación de una buena amiga y lo he circulado entre mis más queridos seres, todos quedamos fascinados por este relato de aventura, aristós y amor.
Angélica Breña.

viernes, 28 de octubre de 2011

Esta semana en el fondo del mar


Avanzando en nuestro libro nos vamos topando con sorpresas.  Salir del Libro II dedicado a la tiniebla, a nuestra parte más recóndita y oscura nos permite transitar con  gusto por el Libro III que por luminoso nos ha fascinado. El tema es el amor y las variadas formas de entrega. Es un capítulo tan rico que nos ha dejado con la necesidad de seguir compartiendo entre nosotras.
Por otro lado, el trabajo personal que estamos haciendo es increíble. En Bosques, Martha ha preparado un esquema hecho a base de frases que acomoda a su propia experiencia, creando una especie de rompecabezas vital donde el engranaje son los enunciados utilizados por Argullol que mejor describen su vida.  Elvira trabaja en la urdimbre de un gran telar que la lleva a ir pensando cuáles son los hilos que le fueron dados y cuales azarosamente se incorporaron, y lo qué es más lindo, qué forma tienen esos bellos bordados que ella misma ha ido elaborando a través del tiempo. Cinthya toma como punto de partida cinco preguntas que conforman el móvil del autor y quizá el de cada uno de nosotras: ¿quién fui?, ¿quién soy?, ¿quién quiero ser?, ¿quién voy a ser?, ¿quién imagino que puedo ser?
En Polanco, la sorpresa no fue menor. Laura, desde una escritura suave y bien delineada,  nos leyó un escrito que esboza su niñez, adolescencia y adultez. Siguiendo los esquemas de Argullol en cuanto a ubicación y fecha, ha descrito   distintas experiencias y sentimientos, compartiéndonos su historia. Nos emocionó. Me he quedado con las ganas de escuchar a Sofi que ya tenía que irse. Tuve la suerte de escuchar el texto de Tere de hacer quince días que por intuitivo y bien escrito, me fascinó. Giselle está meditando por donde empezará. Un banquete.
Gracias, gracias, gracias. Contagian, chicas. Y por lo menos a mí, me iluminaron la semana.

Ana Barberena