Abracé por
mucho tiempo aquel libro con conejos saltarines y huevos de Pascua inmersos en las narraciones de Beatrix
Potter. Tomé uno a uno los tomos
del "Tesoro de la Juventud" para leer los capítulos dedicados al
"mundo de los por qué".
Quedé fascinada cuando descubrí las narraciones de Julio Verne y los
cuentos de Hans Christian Andersen. Ya adolescente, entre tareas y tardeadas
devoré por gusto las novelas de Perry Mason y por obligación la obra de grandes
poetas y escritores ingleses.
Un
salto cuántico y estoy leyendo a Doctor Faustus de Thomas Mann. ¿Qué aprendí? En primer lugar paciencia y disciplina pues su lectura me
exige concentración y continuidad para no perderme en un mundo de personajes y
situaciones que a ratos me parecen inconexas. Mann es un autor culto, mucho más culto que muchos de sus
lectores, así que con la humildad que te da la ignorancia consulto libros de
filosofía, enciclopedias, diccionarios, libros de arte y entro a Google tratando de entender su
interminable prosa.
A
través de Doktor Faustus conocí el pesimismo de Shopenhauer, el humanismo de Erasmo, la tesis de Hegel
y la incredulidad de Nietzche.
Aprendí a identificar la antinomia en la obra de Mann, esa
complementariedad de opuestos que confunde a un lector poco versado como
yo. "Dios y el diablo son
figuras complementarias que no pueden existir la una sin la otra". Vamos, entendí que Satanás y
Mefistófeles no son lo mismo y que !hasta en el inframundo existe un escalafón!
Doktor
Faustus me conduce por el fascinante mundo de la música que está entreverado en
su texto. Mientras que Beethoven
compone su canto a la alegría, Adrián busca detruirlo. Mann habla de Wagner gritando al
espíritu alemán a través de composiciones interminables que marcan un hito en
la historia de la música. Se
obsesiona con Schoenberg, el inolvidable creador de la música dodecafónica, ese
"método de componer con doce notas que solo están en relación entre
ellas". Schonberg es un
compositor incomprendido que rompe con el pasado romántico pero no lo
invalida. ¿Fácil de entender? No, pero escuché brevemente sus
composiciones y concluí que el romanticismo de Chopin sigue estando más cerca
de mi corazón y mi entendimiento.
Mientras
leemos en clase que Adrián compone su Apocalipsis musical nos detenemos a
estudiar el impactante grabado de Durero.
El jinete con arco y flecha que conquista; un segundo jinete con la
espada que desata la destrucción; el tercero detiene una balanza para pesar el
pan, es presagio de la hambruna
por venir y finalmente la muerte cabalgando muy despacio, casi sin
fuerzas. Cuatro Jinetes del
Apocalipsis que van cayendo en el grabado y en la esquina inferior las
fauces del Infierno listas para devorarlo todo. Lo abigarrado de la composición
genera angustia, refleja un mundo convulso, pareciera que no hay esperanza ni
salvación. El grabado data de
1498, pero cuando leo el periódico de hoy veo que el mundo no cambia. Hambruna, guerra y destrucción siguen
persiguiendo a la humanidad.
Quedan
muchos temas en el tintero: el surgimiento del nazismo, la influemcia de
Lutero, el efecto de la predestinación en la conducta del hombre, el
antisemitismo, la sed insaciable de conocimiento, la relación entre las
matemáticas y la música...la obra de Mann me deja con más preguntas que
respuestas, pero con la muerte de Adrian, anunciada desde la primera página,
cierro el libro.
Elvira Herrera