domingo, 12 de junio de 2011

Stefan Zweig y Cicerón



Momentos estelares de la humanidad es la obra que actualmente llevamos en nuestro curso de lectura, y podríamos coincidir que es una obra intensa, profunda, vibrante. Zweig tiene un modo tan particular de retratar la historia que hace de sus obras un manjar irresistibles. Hace unos días consulté a mi buen amigo Juan Pablo Rendón sobre su fascinación por el autor austriaco. Cuando le pregunté la razón por la que Zweig le gusta tanto, me respondió: “es un escritor que no habla de datos, si bien es reconocido como biógrafo de distintos personajes, siempre habla de aquello que no aparece, tal como si fuera un retrato lacaniano”.
Desde el primer capítulo del mencionado libro, distingo perfectamente lo que Juan Pablo quiso decirme. Me he sentido prendada por la narración, la curiosidad y la inteligencia del autor. Zweig tiene la habilidad de involucrarme en el relato haciendo del personaje ese ser cercano con el que me identifico o con el que coincido.
Por otro lado, qué curioso título y qué ambicioso podría ser pretender hablar de momentos estelares de la historia; puntos que quiebre, viraje de timón que reestablece una ruta. ¿La historia se mueve paulatinamente o de golpe? Este libro nos muestra cómo ciertos acontecimientos revirtieron el curso de una inercia particular. Momentos, instantes puntuales, que inmersos en una gran corriente, se distinguen por ser únicos, agudos, absolutos.
Me gusta el punto de partida de la obra y el personaje del que habla en el primer capítulo: Cicerón. Trata del episodio en que el conocido pensador es traicionado por el poder del imperium, esa degradación, a su modo de ver, facultad de mandar y de hacerse obedecer. Impasible, Cicerón, nunca cede y reivindica siempre su pensamiento, sus convicciones, su honor. Más allá de la interesante trama, me parece que la verdadera magia radica en que, de alguna extraña manera, me ha provocado sentirme contemporánea del filósofo. Incluso he captado un detalle de la escritura, que aún y estando ubicada en tiempos lejanos, está narrada en tiempo presente: “esto ocurre ahora, tiene que ver conmigo, con mi tiempo”.
Cierro mi libro después de terminar el primer capítulo. Entusiasmada, busco notas sobre Zweig y me topo con la siguiente frase: “La historia no tiene tiempo para ser justa. Como frío cronista no toma en cuenta más que los resultados." Cuánto dice de él y su manera profunda, genuina de describir los hechos. Sí, lo que hace es mucho más que la elaboración de un relato histórico; él viaja a la entrañas, a las esquinas más recónditas del ser, esos lugares que por ultimo resuenan en todos nosotros.

Ana Barberena

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